Virunga, infern al paradís

XAVIER ALDEKOA, BARCELONA03/08/2020 lavanguardia

Es una explosión de la naturaleza. El parque nacional de Virunga, en el este de la República Democrática de Congo, es un vergel apabullante, un mar infinito de bosques salpicados de volcanes donde habita la mitad de los gorilas de montaña del mundo. Es también un paraíso natural que esconde una realidad oscura: en su interior habita un infierno. En los últimos tres años, grupos de delincuentes han raptado a al menos 170 personas, la mayoría campesinos, para pedir rescate en una ola criminal sin precedentes.

Aunque desde hace años se documentan incidentes violentos en el parque, de una superficie similar a la provincia de Barcelona y donde se refugian varios grupos rebeldes, la organización Human Rights Watch (HRW) denuncia que ya no se trata de robos puntuales aislados, sino de una acción sistemática: pequeñas bandas de hombres armados con fusiles y machetes retienen durante varios días a vecinos de la zona para extorsionar a sus familias.

Cómo actúan

Los rehenes son torturados y las niñas y las mujeres violadas hasta que sus familias pagan 170 a 500 euros

Se trata de un modus operandi utilizado también por las mafias de las rutas migratorias en su paso por Libia o Yemen y un negocio tan lucrativo como violento: durante el secuestro, los rehenes son torturados y las mujeres y niñas violadas. También son obligados a llamar a sus familiares para pedir rescates que oscilan entre los 170 y los 500 euros. La cifra es a menudo inalcanzable para muchas familias humildes congolesas, que deben vender tierras o animales para poder liberar a sus seres queridos.

Thomas Fessy, investigador de HRW en Congo, denuncia la impunidad con la que operan estos grupos en el área de Bukoma, en la provincia de Kivu Norte. “Piden rescates abrumadores a las familias y han violado brutalmente a decenas de mujeres y niñas en el parque nacional de Virunga. El Gobierno congolés debe detener el reinado del terror de estas pandillas y proveer a los supervivientes, que se enfrentan al trauma y al estigma, de atención post-violación y de toda la ayuda que necesiten”. La organización, que también censura la inacción de los cascos azules de la Monusco, con una base a solo 10 kilómetros del lugar donde se han producido la mayoría de agresiones, advierte que la cifra real de afectados podría ser muy superior, ya que muchas víctimas no denuncian las agresiones por miedo a represalias o desconfianza en la policía. Según el Kivu Security Tracker, organismo que registra los incidentes violentos en la región, el iceberg sumergido es gigantesco. En todo Kivu Norte se han reportado en los últimos tres años casi 1.200 secuestros y solo en lo que llevamos de año más de 200 raptos para pedir rescate.

Aunque debido a la parálisis policial no se ha podido determinar quiénes son los autores, HRW señala que en Bukoma opera el grupo rebelde ruandés RUD-Urunana, una escisión de las Fuerzas Democráticas por la Liberación de Ruanda (FDLR) formada por responsables del genocidio ruandés de 1994.

Los supervivientes aseguran que los asaltantes conocían bien el terreno, estaban en continuo contacto con sus mandos, seguían patrones de actuación común, lo que sugiere que son parte de una mafia mayor organizada, y hablaban entre ellos kinyaruanda, propio del territorio de Masisi y la vecina Ruanda, además de otros dialectos de la zona.

Los testimonios recogidos por la organización de derechos humanos, que ha entrevistado a 37 víctimas, activistas locales, guardas del parque, oficiales gubernamentales y miembros de las Naciones Unidas, relatan historias de puro terror. Muchas víctimas fueron atacadas mientras trabajaban sus huertos y llevadas al bosque, a veces con sus bebés atados a la espalda, donde recibieron todo tipo de amenazas y torturas. Una testigo llamada Yvette —todos los nombres han sido cambiados para su protección— relata que los asaltantes dispararon en la cabeza a un hombre después de que este les dijera que era la tercera vez que le secuestraban y ya no tenía tierras ni posesiones para pagar. “Lo asesinaron delante de todos, fue el momento más aterrador de mi vida. Entonces nos cogieron a cada uno de nosotros, nos pusieron frente al cadáver y nos preguntaron si íbamos a pagar nuestro rescate”.

La crueldad de las torturas descritas en el informe raya el salvajismo, con palizas, latigazos y violaciones múltiples. Sara, de 18 años y embarazada de tres meses cuando fue raptada, describe un infierno de varios días hasta que sus padres reunieron el dinero. “(Los secuestradores) llamaban a mi familia mientras me violaban para que mis padres pudieran oírme gritar. Querían que sintieran como estábamos sufriendo para asegurarse de que iban a pagar”.

La impunidad amenaza con abrir la caja de Pandora en una región inestable. En los últimos meses se han creado grupos de defensa civil, armados con machetes o arcos y autodenominados Vigilantes, para hacer frente a la ola de raptos. En noviembre, uno de estos grupos capturó a tres hombres a los que acusaron de ser secuestradores. Los quemaron vivos.