"Respirar no es vivir" (Homage to ...Sweden), John Carlin

John Carlin: “Sempre hi haurà feina per a qui explica històries”... No dejo de leer artículos sobre la audaz originalidad con la que Suecia ha respondido a la pandemia, el último esta semana en The New York Times bajo el titular “La vida debe seguir”. En vez de tratar a los ciudadanos como niños y someterles a un estado policial, como se ha hecho en casi todos los demás países europeos, y más en España, el Gobierno sueco ha partido de la premisa de que cada individuo debe ser a la vez responsable con los demás y libre de juzgar por sí solo los riesgos que quiera asumir.

Han recomendado –no obligado– a la gente que mantenga una mínima distancia de los demás. Han recomendado que los mayores y los que padecen enfermedades se queden en casa, y a los más jóvenes que les hagan el favor de no visitarles. Mientras, los bares y los restaurantes y las tiendas y los colegios y los gimnasios y las peluquerías y hasta algunos cines siguen abiertos. Sí, es verdad que no se permite que más de 50 personas se junten a la vez y que han cancelado los partidos de fútbol, pero la policía no reparte multas como churros y, como dice el artículo de T he New York Times, “a los que salen a la calle con mascarilla se los mira como si acabasen de aterrizar de Marte”. O sea, desde el comienzo de la pandemia los suecos no han dejado de gozar de la libertad que los españoles sueñan con tener, si el Gobierno se lo permite, a finales de junio, después de cien días de confinamiento.

El artículo del diario neoyorquino cita a un hombre en la terraza de un bar en Estocolmo diciendo: “Mis respetos para los que se han muerto, pero lo estamos haciendo bien aquí en Suecia”. Parece, hasta ahora, que sí, y sin dejar la economía en ruinas a las futuras generaciones.

La lógica de lo que estamos haciendo en el resto de Europa sería que Suecia ha elegido el suicidio. Pues no. El apocalipsis tendrá que esperar. Su índice de mortalidad de 22 por 100.000 personas es igual que el de Irlanda, y mucho más bajo que el de España, Italia, Francia o Inglaterra.

Si hubiera sabido lo que nos venía encima, quizá habría elegido mudarme a Estocolmo

Es probable que hubieran muerto menos si los suecos también hubiesen optado por el arresto masivo domiciliario. Hacer todo lo posible para salvar vidas es loable. Pero, si vamos a emprender este camino, ¿por qué no de paso prohibir el tabaco, el alcohol, la carne, los mejillones, los coches, los helicópteros, los aviones y, ya que estamos, salir de casa?

Entre muchísimas otras vidas, se hubieran salvado las de Kobe Bryant y quizá la de Michael Robinson, que siguió comiendo chuletones, bebiendo y fumando hasta el final. Pero como dice Albert Camus, el autor de La peste , mejor morir de pie que vivir de rodillas. Seguro que Michael hubiera estado de acuerdo, como lo estuvo la vez en Madrid que, después de habernos bebido dos botellas de vino en un restaurante ruidoso y lleno, le cité una línea de un poema de un inglés desconocido en España llamado Tennyson. El poema dice: “Respirar no es vivir”.

3-V-20, John Carlin, lavanguardia