mentre aguanti el cos?

Desde el pasado 1 de enero las personas que trabajen más allá de los 65 años son incentivadas con un aumento en su pensión del2% por cada año de más cotizado o un 3% si llevan más de 40 años trabajando. Muchos dudan que este pequeño cambio legislativo consiga echar abajo un sentimiento construido durante décadas: cuanto antes puedas jubilarte, mucho mejor. Sin embargo, para muchos continuar trabajando a esta edad no será una elección, sino una necesidad económica.

Dos de cada diez personas de entre 50 y 70 años aún están pagando una hipoteca y esta situación irá en aumento, porque los pisos se compran cada vez más tarde y se pagan durante más años. Además, el 40% de los padres de entre 65 y 70 años aún tienen que mantener a algún hijo en casa, una situación cada vez más habitual por el retraso en la edad de tener descendencia y la cada vez más difícil emancipación de los jóvenes. Ante este panorama, jubilarse resulta un lujo peligroso: según un estudio de La Caixa, pasar de trabajador a pensionista puede suponer una caída del 18% en los ingresos de una familia de nivel bajo, un 26,4% en una de nivel medio-bajo y hasta de un 30% en una familia de nivel medio-alto.

Pero, aunque el trabajador de 65 años decida continuar trabajando, es posible que su empresa no le ponga las cosas fáciles. Mario Cugat, presidente de la Federación de Asociaciones de Personas Mayores de Catalunya (Fatec) y miembro de la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (Ceoma), recuerda que para permanecer en activo más allá de los 65 "la relación con la empresa es la gran clave". En este sentido, Cugat advierte que la compañía tiene que encontrar algún tipo de rentabilidad en este trabajador veterano que acumula antigüedad, para no sustituirlo por uno más joven al que podría pagar un salario más bajo y que posiblemente esté más familiarizado con las nuevas tecnologías. La nueva normativa reduce el coste laboral que suponen estos trabajadores a la empresa, al eximir a ésta de las aportaciones por contingencias comunes de los trabajadores de 65 años o más, pero Cugat opina que "este incentivo es insuficiente mientras no compense lo que se ahorraría la empresa contratando a una persona más joven".

Aun así, estos trabajadores tienen mucho que aportar: experiencia, estabilidad, fidelidad a la empresa y "un profundo conocimiento del oficio, a menudo basado en trucos que sólo puedes aprender con los años", señala Eugenio Recio, profesor de Economía de Esade.

Según Recio, "es muy importante que la empresa tenga una plantilla diversificada donde se mezclen jóvenes y mayores, porque los trabajadores de distintas edades tienen unos objetivos y competencias diferentes que se pueden complementar entre sí". Una empresa que pretende aplicar esta estrategia es La Caixa, cuyo nuevo plan de conciliación aprobado a finales del 2007 prevé la creación de equipos sénior que, entre otras funciones, puedan prestar servicios de asesoramiento o formar y tutelar a trabajadores jóvenes recién llegados a la entidad.

John Macnicol, profesor de Política Social en la London School of Economics, advierte que la calidad del trabajo será "una cuestión crítica" a la hora de prolongar la vida laboral, ya que muchas empresas ofrecerán a las personas mayores empleos poco cualificados y con una pobre remuneración. Los más afectados serán los trabajadores con escasa formación y, muy especialmente, las mujeres.

El estudio El trabajo más allá de los 50, elaborado por Accenture, la Fundación Adecco, la Comunidad de Madrid y la Ceoma, recomienda la formación como la gran estrategia para mejorar la empleabilidad de los trabajadores más veteranos. Muchas personas de esta generación no tuvieron en su momento la oportunidad de aprender idiomas o informática, pero es posible que necesiten reciclarse si quieren mantenerse en un mercado laboral cada vez más competitivo. Estos trabajadores pueden necesitar también, apunta el estudio, los servicios de alguna empresa experta en formación y recolocación porque, tal como apunta Francisco Mesonero, presidente de la Fundación Adecco, "si ya es difícil emplear a una persona de más de 45 años, mucho más lo será conseguir mantener en activo a una de 65". Ante este panorama, el estudio recomienda "ampliar el horizonte" y no descartar ningún tipo de opción laboral, incluyendo la subcontratación o el trabajo autónomo, por ejemplo.

De hecho, de las 107.000 personas mayores de 65 años actualmente afiliadas en España a la Seguridad Social casi 70.000 (el 66%) cotizan en el régimen especial de trabajadores autónomos. Y es que este colectivo es el que más se anima a prolongar su vida laboral, generalmente no por amor al trabajo, sino para cotizar más años y mejorar su modesta pensión, para esperar a que sus hijos tengan edad para hacerse cargo del negocio familiar o bien porque no tienen sucesor y desmantelar el negocio les resulta muy caro. A cambio, ser dueños de su propio trabajo les permite reducir progresivamente su horario laboral hasta llegar al momento de la jubilación.

En el caso de profesionales liberales como ingenieros, arquitectos, abogados, médicos o profesores universitarios, también es frecuente continuar en activo hasta pasada la setentena, a menudo porque económicamente les resulta muy rentable. Algo similar ocurre con los puestos de responsabilidad de grandes empresas, donde las canas son habituales en los comités directivos. Por ejemplo, Telefónica ha reformado el reglamento de su consejo de administración, eliminando las limitaciones de edad para que sus consejeros ejecutivos puedan ser reelegidos una o más veces a partir de los 65 años; o el BBVA, que acordó retrasar hasta los 70 años la edad de jubilación del presidente y del consejero delegado.

En puestos de mayor esfuerzo físico, continuar al pie del cañón más allá de los 65 años puede exigir renegociar con la empresa algunas condiciones. Recio reconoce que "con la edad se van perdiendo ciertas capacidades funcionales, como la memoria inmediata o la fuerza muscular, y por tanto no se puede ofrecer el mismo trabajo a un joven que a una persona mayor. Para poder continuar trabajando a los 65 años se necesitarán puestos adaptados". Por ejemplo, un carretillero podría solicitar pasar a trabajar en el almacén, y un operario que trabaje a turnos podría pedir que le otorgasen un turno fijo para evitar el nocturno. "Una opción - apunta Recio- sería potenciar la jornada parcial, que en España aún está poco desarrollada y que las empresas deberían ofrecer más a menudo, no sólo a las personas mayores".

Los trabajadores con problemas económicos no son los únicos interesados en prolongar la vida laboral. El envejecimiento de la población hace prever un elevado descenso de la mano de obra en los próximos años y problemas para la sostenibilidad del sistema de pensiones de la Seguridad Social. Según los expertos, para el año 2050 la población en edad de trabajar se habrá reducido un 21%, pero el colectivo de mayores de 65 habrá aumentado un 111%. Y aquí está el nuevo filón que tendrá que explotar el mercado de trabajo. Por eso cada vez más gobiernos europeos, entre ellos el español, están apostando por retrasar la edad de jubilación. Una medida que no despierta muchas simpatías entre los ciudadanos pero que, de momento, seguirá siendo una buena opción para aquellos que combinan la tercera edad con la hipoteca.

20-I-08, N. Peláez, dinero/lavanguardia