el Poder Gris

El filme francés Asuntos privados en lugares públicos ha sido dirigido por Alain Resnais, aunque con escenas a tempo lento ¡a sus 86 años!, León de Plata al mejor director del Festival de Cine de Venecia. Otro director de cine, el portugués Manoel de Oliveira, cumple este año los cien y, con casi un siglo a cuestas, todavía reclamaba que devolvieran, sin excepción, los papeles de Salamanca. Lejos de la inactividad o el retiro, han unido a sus mentes creadoras el bagaje propio de la experiencia y el privilegio de ser testimonios de una época que, en ocasiones, aún les sorprende.

Hace unas décadas era imposible imaginar, no ya que la mayoría de los ciudadanos cruzara la frontera de los 80 años, sino que, además, siguieran acudiendo a su despacho. taller o su huerto. Que un cirujano de la talla de Joaquín Barraquer (81 años) continuara en su clínica o que creadores octogenarios compitieran en las carteleras con cineastas treintañeros o publicaran libros que ocupan los primeros puestos en las listas de ventas. Veinte años más allá de la jubilación oficial, continúan en marcha.

En España viven, actualmente, 10.000 personas centenarias, según datos del INE. Y las previsiones hablan de quintuplicar ese número en el 2050, según los estudios de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. Catalunya tiene, según los últimos datos del Idescat (2007), alrededor de 1.124 centenarios. De ellos, 207 son hombres y 917 mujeres. Los municipios catalanes con más personas de cien o más años son Barcelona, Sabadell y l´Hospitalet. Un total de 333.310 personas en Catalunya tienen más de ochenta años. Y una cuarentena ha pasado de los 106.

El psiquiatra Jesús Fraiz, en sus estudios sobre centenarios, destacó una característica común a todos: haber prolongado al máximo su actividad profesional. Curiosamente, la mayor parte de esos españoles centenarios, habiendo superado una guerra civil, conoce muy bien lo que significa vivir sorteando carencias.

Por la consulta del neurólogo Nolasc Acarín pasaron muchos de estos ciudadanos que no tiraron la toalla. Él mismo aparece en el filme Bucarest, la memoria perdida, cerebro de plástico en mano, explicando la enfermedad degenerativa de Jordi Solé Tura (78 años), y lo cita Teresa Pàmies (88 años) para elaborar su Informe al difunt (La Campana), rememorando los últimos días de Gregorio López Raimundo (recientemente fallecido, a los 93 años)...

Para Nolasc Acarín, especialista en los misterios del cerebro, envejecer es una suerte si nos comparamos con los animales. "El ser humano es el único que envejece. Los demás fallecen cuando acaba su facultad de reproducirse". En Bucarest,aparecen lúcidas reflexiones de hombres que han superado el umbral de los 80, de Jorge Semprún (85 años) a Santiago Carrillo (93) pasando por Antoni Tàpies (85).

"Nuestro cerebro funciona mejor si aprende, y aprende según nuestra conducta - explicaba Nolasc Acarín-. Por eso debe existir la figura del maestro,que suele ser una persona mayor. Si no tuviéramos que aprender, no habría viejos. Las mujeres envejecen mejor porque no se jubilan". Y añadía: "Desde sus casas programan, planifican, llevan la logística, mientras sus maridos, por regla general, se sientan a ver la tele".

24-III-08, N. Escur, lavanguardia

El trabajo le da vida y su vida ha sido el trabajo. Joan Miquel Roset, vecino de Mollerussa, 12 años cuando una imprenta le ofreció su primer contrato laboral. El pasado 1 de febrero cumplió 90 años y sigue yendo cada mañana al trabajo. Negarle esa actividad sería poco menos que enterrarle.

Joan Miquel ha aprendido que la mejor lección de la experiencia es la modestia. De lo único que presume es de su tensión arterial (7-13). Todo lo demás: su vitalidad, actividad laboral, independencia, clarividencia…, lo considera como algo normal. A sus 90 años se vale para vivir solo. "Saber que no molestas a nadie y seguir haciendo tu vida no tiene precio", afirma. Podría ir a vivir con cualquiera de sus dos hijos - que son los que ahora llevan la imprenta-, pero él prefiere seguir en su casa. "Una mujer me ayuda con la limpieza y me hace la comida; de la cena ya me preocupo yo, que aprendí a cocinar en la guerra", añade.

Joan Miquel conserva el permiso de conducir y cada mañana coge el coche para ir a la imprenta. Llega alrededor de las diez y está allí hasta poco antes de la una de la tarde. Su puesto está en la sala de máquinas, donde tiene su mesa y su taburete. "Este ruido es mi vida", afirma, cuando se le pregunta si no le molesta el sonido del traqueteo de las máquinas. Y es que son 68 años - excepto un lustro en el que el negocio cerró por la Guerra Civil- escuchando la misma sintonía...

Su trabajo es manual. Recorta bordes que sobran en talonarios, corta pegatinas, selecciona material… Esa ocupación es la mejor recompensa para un hombre dedicado en cuerpo y alma a su imprenta, trabajo que compaginó una temporada con la música. Tocó en una orquesta - "hasta que empezaron a salir esos grupos modernos"- y también en grupos de sardanas.

Joan Miquel piensa acudir cada mañana a su trabajo hasta que las fuerzas le acompañen. "Mi suerte ha sido poder hacer aquello que más me ha gustado. Los que esperan la jubilación son aquellos que han tenido que trabajar toda su vida a la fuerza. Y ese no ha sido mi caso", comenta. Él no es un jubilado de partidas de cartas, ni de viajes del Imserso, experiencia que probó tras enviudar, en 1986. Lo suyo es seguir al pie del cañón y sentirse útil. Eso sí, las tardes se las ha pedido para descansar. Lo que más le gusta es escuchar la radio.

24-III-08, J. Ricou, lavanguardia