"La edad de jubilación", lavanguardia

Retrasar la edad legal de jubilación más allá de los 65 años actuales constituye sin lugar a dudas una de las maneras más efectivas para garantizar la sostenibilidad del sistema de pensiones a largo plazo. Todos los expertos coinciden en ello. La fórmula no falla: en la medida en que se retrase la edad de jubilación, automáticamente aumenta en proporción el número de cotizantes, se reduce el de perceptores de pensiones y mejoran los ingresos de la Seguridad Social.

La vicepresidenta tercera y ministra de Economía, Elena Salgado, pareció inclinarse por esa medida cuando la semana pasada abogó por alargar la duración de la vida laboral. Sin embargo, tal vez por la reacción contraria de los sindicatos, poco después matizó esas primeras afirmaciones señalando que en realidad no había planteado atrasar la edad de jubilación, sino acercar la edad de jubilación real a la que marca la ley.

Retrasar la edad legal de jubilación es una medida financieramente interesante aunque profundamente injusta. En la actualidad, y como mínimo durante todo el próximo decenio, la prolongación de la vida laboral legal afectaría a la generación que empezó a trabajar más joven, a los catorce años. Sería la generación que tendría la vida laboral más larga y supondría cargar sobre ella todo el peso de la nueva norma.

Establecer el retraso de la edad de jubilación con carácter general también sería injusto porque supondría tratar por igual a todas las profesiones. Las hay que comportan un enorme desgaste físico y que, en todo caso, requerirían antes un adelanto de la edad de jubilación que su prolongación. Otras, en cambio, permiten que las personas puedan desarrollar una vida activa hasta edades muy avanzadas. Por ello, se hace preciso un concepto de jubilación flexible y voluntaria, algo que ya contempla la ley general de la Seguridad Social pero que habría que desarrollar a partir de ahora en toda su amplitud.

Es evidente que hay que adaptar la edad laboral a las nuevas expectativas de vida. En realidad, desde que existe una mayor flexibilidad en la edad de jubilación, crece el número de personas que optan por seguir trabajando después de haber cumplido los 65 años. El año pasado, el 57 por ciento de los jubilados lo hicieron ya por encima de esa edad.

La mayoría de los españoles, pese a todo, es contraria - según indican las encuestas-a retrasar la edad de jubilación. Así lo señalan las prospecciones realizadas al respecto. La edad real actual de jubilación, debido al abuso del sistema de las prejubilaciones - que no deja de ser una forma encubierta de regulación de empleo-,no llega a los 65 años. La edad promedio es de 63. Pero, pese a ello, los españoles son los europeos que más tarde se jubilan, frente a franceses y belgas, que lo hacen a los 61 años.

Cualquier propuesta de retrasar esa edad, sea del Gobierno o provenga del pacto de Toledo que agrupa a todos los agentes para asegurar la viabilidad de la Seguridad Social, por todo lo dicho, no puede ser obligatoria. La vicepresidenta económica, Elena Salgado, ha matizado que lo que realmente se propone es incentivar la prolongación de la vida laboral. Pero ello requiere dos exigencias: que la decisión sea voluntaria y que los incentivos que se establezcan no comporten la penalización de las actuales condiciones de jubilación a la edad de 65 años.

8-XII-09, lavanguardia