¿Cuánto nos costará el deshielo del Ártico? La respuesta está en el espacio

Royal Opera House | Flickr

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31 mayo 2019 – MobileReporter (Roma)

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Los datos que recopilan los satélites de la Agencia Espacial Europea no solo se utilizan para estudiar el impacto del calentamiento global en las regiones polares, sino también para predecir las consecuencias que tendrán el deshielo y el aumento del nivel de los mares en nuestras economías en los próximos cien años.

Stefano Valentino

A medida que el planeta se calienta más, el deshielo supone mayores costes para la UE. Por remoto que parezca para las vidas diarias de los ciudadanos, el retroceso del hielo del Ártico afecta a sus bolsillos más de lo que se imaginan. En los terrenos del extremo norte del planeta, se han ido acumulando toneladas de agua helada desde la última glaciación. Ahora, su incesante transformación en inundaciones devastadoras afectará en gran medida a los contribuyentes, así como a Gobiernos y a empresas.

Un equipo de expertos del Centro Común de Investigación de la Comisión Europea elaboró en 2018 un análisis exhaustivo del posible impacto.

A finales del siglo, cada metro cuadrado de hielo perdido se irá sumando en una factura total que ascenderá a casi un billón de euros, tal y como prevén los análisis de los expertos. El país más perjudicado será Reino Unido, seguido de Francia e Italia.

Este mismo equipo está trabajando actualmente en un nuevo estudio para calcular el coste de las medidas de adaptación necesarias para mitigar las posibles pérdidas. Como mínimo, dichas medidas implicarán la instalación o el refuerzo de estructuras de defensa que puedan soportar las subidas del nivel del mar.

“A corto plazo, el aumento del nivel del mar estará motivado principalmente por la expansión de la masa de agua debida al incremento del calor, pero, a partir de 2050, la contribución del deshielo será relativamente más significativa”, comentaba Michalis Vousdoukas, oceanógrafo en la unidad de gestión del riesgo ante desastres del Centro Común de Investigación. “La relación causa-efecto entre el deshielo y sus consecuencias financieras es un hecho, aunque no es tan lineal: puede que los aumentos ligeros del nivel del agua no tengan un impacto importante, pero su acumulación progresiva sí lo tendrá cuando se combinen con mareas altas y condiciones climáticas extremas más recurrentes (marejadas ciclónicas y oleaje)”.

Gran parte del litoral de Europa, con más de 100 000 km, está muy poblado y desarrollado. Esto lo hace vulnerable a las crecientes inundaciones del mar.

Basándose en el último informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), la Agencia Europea del Medio Ambiente ha elaborado una hipótesis en la que el aumento del nivel del mar en Europa será similar a la media global. A finales del siglo XXI, posiblemente el aumento se encontrará entre 0,28 y 0,61 m o entre 0,52 y 0,98 m, en comparación con el periodo de 1986 a 2005, suponiendo, respectivamente, un contexto de emisiones de carbono (o gases de efecto invernadero) generadas por el hombre altas o bajas. Estas proyecciones se revisarán a finales de 2019, en consonancia con el próximo informe especial del IPCC en septiembre sobre variaciones del clima, los océanos y el hielo.

Las advertencias más actualizadas sobre el descenso del hielo del Ártico se revelarán en el próximo Simposio Planeta Vivo, que se celebrará en Milán entre el 13 y el 17 de mayo. Los principales científicos ilustrarán sus nuevos hallazgos extrapolados de datos de satélites, incluidos los recopilados a través de CryoSat, el programa de supervisión del hielo de la Agencia Espacial Europea o ESA (por sus siglas en inglés). El evento, que se organiza cada tres años, es una muestra de las tecnologías de observación terrestre que contribuyen a la investigación sobre el clima y los ecosistemas, así como la implementación de servicios públicos y comerciales.

“La cubierta de hielo polar es una de las primeras víctimas del calentamiento global y, al mismo tiempo, una pieza fundamental en la regulación de la meteorología y el nivel del mar en todo el mundo y, por lo tanto, las consecuencias de la reducción de su masa tienen un gran alcance”, explicaba Tommaso Parrinello, responsable de la misión CryoSat. “Es importante comprender exactamente cómo y en qué medida están respondiendo los campos de hielo del planeta a las continuas mutaciones climáticas”.

El efecto: cuantificación del coste financiero

Los expertos del Centro Común de Investigación de la UE han logrado cuantificar en dinero las proyecciones científicas sobre la reducción del hielo y la expansión del agua, basadas en mediciones por satélite. Las siguientes infografías explican los daños anuales en términos de PIB y de personas afectadas, según las diferentes hipótesis, también conocidas como Trayectorias Socioeconómicas o SSP (Socio-Economic Pathways): un mundo de igualdad y crecimiento centrado en la sostenibilidad, un mundo fragmentado de “nacionalismo renaciente” y un mundo de crecimiento rápido y sin restricciones en producción económica y uso energético.

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En ausencia de una mayor inversión en adaptación de la costa, los daños anuales actuales que ascienden a 1250 millones de euros serán entre 75 y 770 veces superiores a finales del siglo, situándose en entre 93 000 y 961 000 millones de euros, según cómo se desarrollen las tendencias socioeconómicas a lo largo del tiempo.

Dependiendo de estas mismas tendencias, para 2050, los daños por inundaciones costeras supondrán entre el 0,06 y el 0,09 por ciento del PIB de Europa. Esto aumentará a entre el 0,29 y el 0,86 por ciento del PIB en 2100, en comparación con los daños medios actuales de alrededor del 0,01 por ciento del PIB.

El número anual de personas expuestas a las inundaciones costeras aumentará desde los actuales 102 000 a entre 1,52 y 3,65 millones a finales de siglo (de nuevo, en ausencia de más medidas de adaptación y en función de las distintas tendencias socioeconómicas).

Además, los daños en el futuro dependerán en gran medida del número de personas que se trasladen a la costa y el alcance del desarrollo de las infraestructuras en esas áreas. Las pérdidas serán el resultado de la migración hacia la costa, lo que desembocará en urbanización y valores de activos que descenderán rápidamente con el tiempo debido a los eventos climatológicos extremos.

La causa: cuantificación del deshielo

En lo que respecta al retroceso del hielo, Groenlandia desempeña una función principal en la próxima crisis ecofinanciera. La isla más grande del mundo alberga la mayoría del hielo continental ártico. El derretimiento de su manto de hielo blanco es el tercer elemento principal que contribuye al aumento del nivel del mar en el mundo, según un informe elaborado por el Programa Mundial de Investigaciones Climáticas. Aunque se encuentra por detrás de la expansión térmica del agua y los glaciares montañosos, sigue superando al casquete glaciar de la Antártida (cuya contribución se espera que aumente significativamente en varios cientos de años).

A diferencia del hielo continental, el derretimiento del hielo del mar que llena la cuenca ártica, más allá de Groenlandia, no tiene ningún efecto en el aumento del nivel del mar. Es igual que un cubito de hielo en un vaso de agua: cuando se derrite, el nivel de agua del vaso no aumenta (principio de Arquímedes).

Un reciente análisis realizado por el Departamento de Geodinámica del Instituto Espacial Nacional Danés, que combina todas las mediciones por satélite desde 1992 hasta 2016, muestra una disminución acelerada del grosor del casquete glaciar de Groenlandia. La pérdida de masa se ha multiplicado por seis desde la década de los ochenta, con lo que el nivel del mar ha aumentado 13,7 mm desde 1972, la mitad de esta cantidad en los últimos 8 años, según un nuevo estudio de la Universidad de Californiapublicado a finales de abril.En cuanto a la pérdida de elevación del casquete glaciar, el conjunto de datos más exhaustivo hasta la fecha lo está desarrollando actualmente el Proyecto de mapeo del hielo de Groenlandia, cuyos hallazgos se darán a conocer en los próximos meses.

Si se derritieran todos los depósitos congelados de Groenlandia, el agua marina aumentaría 7 metros de alto. Esa es la profecía que se recoge en un estudio elaborado como parte del proyecto sobre el nivel del mar de la ESA. Sin embargo, se tardarían milenios en llegar a un incremento de esta magnitud, incluso con un aumento de la temperatura superior a 2 °C desde la era preindustrial. Este es el umbral crítico que los Gobiernos se comprometieron a no superar cuando firmaron el Acuerdo de París de 2016.

La metodología: cuantificación de los errores

La clave para supervisar en cambiante entorno del planeta es tomar las mismas mediciones a lo largo de décadas. Cuanto más precisos sean los datos de los satélites, más realistas serán los cálculos del retroceso del hielo, el aumento del mar y el coste económico. Por ello, la observación de los satélites debe ajustarse y verificarse a menudo teniendo en cuenta un conjunto concreto de variables. En concreto, la capa de nieve que cubre el hielo es un factor crucial: los altímetros de los satélites no siempre pueden detectarla y acaban interpretándola como parte de toda la capa de hielo. Por lo tanto, la profundidad de la nieve debe compensarse para calcular el grosor real del hielo.

Para corregir estos errores y reducir las dudas, la ESA y la NASA se han comprometido a mejorar la coordinación entre sus sistemas de observación espacial. Por suerte, debido a diferencias tecnológicas, los satélites europeos y de EE. UU. ofrecen mediciones complementarias. El altímetro del satélite ICESat de la NASA envía una señal láser que rebota en la superficie de la nieve, mientras que el altímetro de CryoSat de la ESA posee un radar que penetra en la nieve y rebota en la superficie del hielo. Por lo tanto, en teoría, la diferencia entre las dos mediciones determinaría la profundidad de la nieve.

La ESA y la NASA ya están trabajando juntas para calibrar las lecturas de sus respectivos satélites a través de comprobaciones in situ realizadas en el aire y por equipos desplegados sobre el terreno. Esto implica la recopilación de enormes y variados conjuntos de datos de nieve y hielo con distintos instrumentos, tanto en el aire como sobre la tierra, que luego se comparan con los datos obtenidos en el espacio.

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La última campaña de calibración conjunta la realizó por todo el territorio del norte de Groenlandia en marzo y abril de este año la Universidad Técnica de Dinamarca, como parte de las iniciativas Icebridge de la NASA y CryoVEX de la ESA.

La planificación de los estudios sobre el terreno durante estas campañas implica el envío de científicos a las regiones más extremas de la tierra. A veces, la tarea es tan arriesgada que solo se atreven a emprenderla aquellos que son auténticos exploradores. Alain Huber y Dixie Dansercoer, dos veteranos aventureros polares de Bélgica, unieron sus fuerzas para la Expedición Arco Ártico, la campaña de calibración de CryoSat más larga jamás realizada a pie. En 2008, fueron los primeros hombres en recorrer todo el Polo Norte desde Siberia a Groenlandia, caminando durante 100 días y tomando muestras de la profundidad de la nieve a lo largo del camino. “Creo que la experiencia de los exploradores puede ayudar a que la ciencia funcione en las condiciones más hostiles”, comentaba Dansercoer.

Traducido por Sara Fernández

This article is published in association with The European Data Journalism Network.

Imágenes de satélite

Los “perros guardianes espaciales” de Europa

CryoSat es la primera misión de la ESA dedicada totalmente a la medición de los cambios en el mar polar congelado y en los casquetes glaciares que envuelven Groenlandia y la Antártida.

El programa se planificó en 1999, pero el satélite original se perdió debido a un fallo en el lanzamiento en octubre de 2005. Después, se fabricó un nuevo satélite con una serie de mejoras, conocido comúnmente como CryoSat-2, que se lanzó el 8 de abril de 2010.

El satélite vuela a una altitud de solo 700 km, llegando a latitudes de 88° norte y sur, para aumentar al máximo su cobertura de los polos. Su principal carga es un instrumento denominado SIRAL (por sus siglas en inglés, Synthetic Aperture Interferometric Radar Altimeter), un altímetro de interferometría radar de apertura sintética. Otros altímetros de radar anteriores se habían optimizado para realizar operaciones sobre el océano y la tierra, pero SIRAL es el primer sensor de este tipo diseñado para el hielo y que mide los cambios en los márgenes de grandes casquetes y de hielo flotante en los océanos polares.

El altímetro de radar no solo puede detectar variaciones minúsculas en la altura del hielo, sino que también puede medir el nivel del mar y otros parámetros físicos con una precisión sin precedentes para contribuir con nuevos datos a la comunidad de investigación dentro de la Iniciativa de Cambio Climático de la ESA.

Antes del lanzamiento del programa CryoSat, la ESA supervisó las cubiertas de hielo con satélites multiuso. El primero fue Envisat, lanzado en 2002, por entonces la mayor misión civil de observación de la tierra. Envisat, que finalizó el 8 de abril de 2012 tras la inesperada pérdida de contacto con el satélite, contaba con un radar de captación de imágenes, un altímetro de radar y un radiómetro de medición de temperatura más avanzados que sus predecesores: los satélites European Remote Sensing (ERS), ERS-1 y 2, lanzados en la misma órbita en 1991 y 1995, respectivamente.

Además de Cryosat, la ESA también dirige la misión Sentinel-3, que, al igual que Sentinel 1 y 2, consta de dos satélites gemelos que proporcionan los datos necesarios para el programa de supervisión medioambiental Copérnico, el Programa de Observación Terrestre de la UE, dirigido también por la ESA.

El Sentinel-3A, lanzado en 2016, ha estado midiendo la cubierta de hielo, así como la atmósfera, los océanos y la tierra, para ofrecer información crítica en operaciones marinas y otros ámbitos. Su gemelo, el Sentinel-3B, se lanzó en abril de 2018. Durante un periodo de 4 meses el año pasado, los dos satélites orbitaron en tándem tras situarse juntos, volando a tan solo 30 segundos o 223 km de distancia entre sí.

Esto se hizo para comparar sus instrumentos. Aunque los dos satélites son idénticos, existe la posibilidad de que sus instrumentos se comporten de una forma ligeramente distinta. Es importante que se tenga en cuenta detenidamente cualquier posible diferencia; de lo contrario, la información que facilitan podría interpretarse erróneamente a medida que se producen cambios en la superficie terrestre. En otras palabras, la compresión de las pequeñas diferencias entre cada instrumento de los satélites influye en la capacidad de los científicos para determinar con precisión las tendencias climáticas.

Tras la fase de funcionamiento en tándem, los dos satélites se separaron lentamente hasta que llegaron a su separación operativa de 140°.