"La España liberal", Lorenzo B. de Quirós

Desde hace más de una década, el liberalismo ha perdido cada vez más influencia en la política española. Esta paulatina tendencia se inició en 2004 y ha alcanzado su punto culminante en estos momentos. Todos los partidos políticos, de izquierdas, de derechas, de centro, nacionalistas o independentistas participan o asumen el consenso socialdemócrata. La «nueva política» tiene poco de novedosa. En el caso de Ciudadanos, se trata de una concepción posmoderna de la socialdemocracia clásica, y en el de Podemos, de un proyecto reaccionario pero de izquierdas como diría Woody Allen en Annie Hall. El resultado de ese estado de cosas es un retroceso de las libertades individuales en España y, también, un deterioro de las instituciones básicas de una democracia liberal, por ejemplo, la justicia aquejada de una evidente contaminación populista.

Si se analiza la historia española, los periodos de mayor prosperidad y libertad coinciden con los momentos en los cuales la política aplicada por los gobiernos más se ha acercado a los ideales del liberalismo. Los grandes saltos hacia adelante desde el final de la Guerra Civil -1959, 1986 y 1996- han coincidido con proyectos definidos por la apertura exterior, por la liberalización de los mercados y por la disciplina macroeconómica. Sin embargo, todos esos periodos de influencia liberal han coincidido con situaciones económicas críticas. En otras palabras, los gobiernos han aplicado medidas liberales no por convicción, sino por desesperación. Una vez superadas esas situaciones críticas han vuelto a su práctica habitual, el estatismo.

Las libertades con minúsculas, es decir, el vivir como quieras siempre que no invadas la esfera de autonomía de los demás, se han visto coartadas por un sinfín de regulaciones a través de las cuales el Estado define y decide lo que los españoles pueden comer, beber, etc. En el plano de la economía, el debate no estriba en cuánto reducir el tamaño del Estado, sino en cuánto hay que aumentarlo. La palabra privatización ha desaparecido del vocabulario político. El Estado del Bienestar absorbe el 55,4% del gasto público total y esa descomunal cifra aún se considera insuficiente para resolver los «graves problemas sociales» de España. Ninguno de los partidos tradicionales o de los neonatos plantea introducir reformas de esa naturaleza.

El liberalismo es necesario para hacer de la española una sociedad más próspera y más libre. Vivimos tiempos grises para la libertad. Ninguno de los problemas de España, incluido el catalán, son insolubles pero hay quienes pensamos que la socialdemocracia de izquierdas y de derechas no es la solución, sino el problema.

  • LORENZO B. DE QUIRÓS

16/04/2017 elmundo