´Andorra: la reforma inevitable´, Pau Echauz

Albert Pintat Santolària (Sant Julià de Lòria, 1944) vive sus últimas semanas al frente del Govern de Andorra. Este economista, empresario y político renunció a la reelección al frente de la candidatura liberal a principios de año para dedicarse a pilotar el proceso - hasta el traspaso de poderes-que compromete a Andorra a abandonar definitivamente listas negras y etiquetas paradisiacas. Pintat, que acumula una larga carrera política en la que ha ocupado prácticamente todos los escalones de la vida pública, afirma: "Desde el primer momento me di cuenta de que la gestión de la crisis era incompatible con la de candidato que debe bajar al debate político". Las exigencias de Nicolas Sarkozy ante la pasada cumbre del G-20 se tradujeron en la declaración de París, la lista de reformas económicas y fiscales que Andorra se ha comprometido a aprobar antes de fin de año, además de la negociación de dos convenios de doble imposición con Francia y España. "Todo ha salido bien, pero si hubiera sido al revés, el máximo responsable habría sido yo. El problema era grave y de consecuencias imprevisibles, no se podía desatender y al mismo tiempo ser candidato".

Albert Pintat lo ha sido todo en Andorra. De pequeño su sueño era ser pastor, pero las circunstancias le han permitido acumular experiencias en el comercio, la hostelería, la banca, la empresa y la política. Este economista de 65 años, casado, con dos hijos, Adrià y Clara, y nueve nietos pertenece a una de las familias protagonistas del desarrollo económico andorrano durante los últimos setenta años. Su padre, Antoni Pintat Argelich, y su tío, Josep Pintat Solans, fundaron en los años cincuenta la fábrica de tabaco Bargues, que luego pasó a llamarse Laudor, con licencias de Winston y Camel. Además, desarrollaron negocios en la hostelería, el comercio y se dedicaron a la política.

Antoni Pintat Argelich abrió el año 1944 un comercio dedicado a la venta de material de pesca deportiva, un negocio que se amplió en los años sesenta con una fábrica propia de material, Grauvell, una de las marcas de referencia en este sector, con presencia en todo el mundo y factorías en China. Hoy, fabrica y comercializa rodetes, cañas, anzuelos, hilo de pesca, botas, chubasqueros y todo lo necesario para practicar este deporte. Albert Pintat y sus hermanos, Antoni y Rosa, son también mayoría en el accionariado de Crèdit Andorrà, de la que su padre fue uno de los fundadores. Respecto de este sector, Pintat opina que "sabrá adaptarse y transformarse, sobre todo cuando podamos jugar con las mismas reglas y podamos exportar servicios nuevos de consultorías, nuevos productos en el campo de los seguros, competitivos en el precio y en la calidad". En su opinión, "la banca andorrana está muy bien posicionada, entre otras cosas porque apenas le ha afectado la crisis", aunque, añade, este sector deberá buscar un nuevo modelo: "No creo que nos sirvan los de Luxemburgo o Suiza, sino más bien el de la City de Londres".

Pintat es ante todo un liberal, en política y en economía. Su carrera política se inicia a principios de los años ochenta, cuando ocupa el cargo de cónsul menor en Sant Julià de Lòria y su mentor es su tío, Josep Pintat Solans, del que fue secretario general cuando este ocupó la jefatura del Govern, el último gabinete antes del proceso constituyente que culminó en 1993 cuando los andorranos se dieron a sí mismos la primera Constitución democrática de su historia. "Cuando empecé en política me tocó hacer de sherpa, ayudar a alcanzar la cima, o al menos así es como me sentía", dice recordando aquellos tiempos. Luego, Pintat tuvo responsabilidades en comercio exterior, fue conseller general, embajador de Andorra ante el Benelux y la UE, ministro de Asuntos Exteriores con el Govern de su antecesor, Marc Forné, de nuevo embajador en Suiza - país que conoce bien, pues estudió en la Universidad de Friburgo-y en el Reino Unido, uno de sus referentes.

De su etapa como cap de Govern y presidente del Partit Liberal d´Andorra, afirma que "ha sido la más intensa y también la más enriquecedora". Hombre pragmático, responde con elegancia a la pregunta de si habría podido llegar más lejos en su acción reformadora de no ser por las resistencias que encontró en el seno de su partido y de los empresarios más conservadores. "El coche estaba al máximo de sus revoluciones, pero no podía acelerar. La sociedad andorrana era consciente de la necesidad de las reformas, pero no del ritmo con que acometerlas". Se muestra satisfecho de cómo se han desarrollado las cosas y cree que las reformas son apremiantes. "Estamos viviendo un momento histórico. En 1993 establecimos el edificio institucional. Ahora sentaremos las bases de una nueva economía, una reestructuración que puede asemejarse a la realizada en otros sectores, por ejemplo la siderurgia". Pintat, ciertamente, no piensa para nada en jubilarse.

12-IV-09, P. Echauz, lavanguardia